domingo, 24 de mayo de 2015

Deja que te hable de Cerbero (La Cárcel).

"Y el mundo con su odio ya no importa, el mundo ya no importa..." - Sharif.

 Cuando escribo me alejo de las sombras. Cuando pienso, me evado de lo que me rodea, del ambiente, de tanta pestilencia que a diario trata de hacer que mi mar se enfurezca. Mis aguas son calmadas, tibias y apacibles; por lo general así soy yo hasta que salgo de mi cárcel, observo esto que llaman mundo que en realidad es un enjambre, y me desquicio odiando a todo el que se me cruce en frente, deseando que sus ánimos decaigan como los míos en ese momento. Entro en una especie de "estado depresivo"; viendo todo de forma negativa, ridícula, aburrida y perdida; viendo que todo lo que hay es estúpido y sin sentido alguno para la vida. Y sin echar en falta el lenguaje enérgicamente grosero. Ese es Cerbero, que se fue a pasear sin mi permiso, sin el permiso de Rubén, lo único es que él casi no ladra porque lleva un bozal, pero a veces se lo logra quitar. Otras, sale y muerde sin importar quién sea. Después regresa a su cárcel -a nuestra cárcel- y ahí duerme de nuevo, en ocasiones se despierta por el más mínimo sonido, por la más mínima provocación, o por la más mínima sensación de hostilidad hacia él. Él es buen perro, es buen chico, aunque parezca una mentira, es mi amigo y enemigo al mismo tiempo. Hay días en los que está de veras muy enojado y me ladra repetidas veces; hasta ha llegado a intentar morderme. De igual forma, trato de calmarlo acariciándolo en cualquiera de sus cabezas o por un costado cuando se acuesta en el suelo. Eso le baja la rabia un poco, y se queda dormido. Yo me recuesto junto a él apoyando mi espalda en su costado y descansamos juntos. No le molesta. Como ya dije, somos amigos. Lo que me gusta de él es que es muy grande y parece creer que nadie le puede plantear cara o herir o matar. Es muy... cómo decirlo, bueno, se cree el más arrecho, por decirlo de alguna forma. Y eso me gusta porque, mal que bien, me hace sentir seguro. Aunque esa personalidad pueda llevarnos un día de estos a la sepultura; no puedo cambiarlo, tal vez sólo hacer que duerma por más tiempo, pero hasta ahí. Además, siento que cuando lo saco a pasear, y ven que él es mi mascota, mi compañero, mi amigo, mi can, la gente parece poner distancia entre ellos y nosotros, ¿Y saben? se siente bien, muy bien. Cerbero come lo que sea, es un perro inteligente, casi siempre come personas. Cuando lo hace su cola ondula alegremente de un lado para otro, serpentea vivamente con mucha felicidad (recordemos que eso es; una serpiente, o algo por el estilo, la verdad no sé qué clase de serpiente sea, tal vez una cascabel. No lo sé, sólo sé que tampoco es de fiar). Lo cierto es que aunque coma personas no me disgusta porque, será un perro todo lo desgraciado que quieran, pero sólo come personas imbéciles, de poca inteligencia; esa clase de personas que les gusta subir al auto de la moda, lo superficial, lo irrelevante. Esa clase de personas que son intolerantes, que no respetan nada ni a nadie. El tipo de personas que, por ser tan absurdamente ignorantes, se encierran en su verdad, en esa verdad tan insignificante carente de realidad. O sea, las masas. Bueno, a Cerbero le encanta mucho engullirse a esas personas, de verdad que lo disfruta; me hace ojos de que su sabor es indignantemente suculento y delicioso. Lo raro es que me gusta verlo comer personas. Me siento a una distancia considerable de él, no porque me vaya  a morder, no, no; es porque el olor que despiden los humanos (como cualquier mamífero, cualquier ANIMAL) es un olor nauseabundo, asqueroso, horrible, fétido. Es un olor indescriptible; si los olores provocaran la muerte, seguro que el de los humanos sin vida sería el que esté en la cúspide. Entonces me siento, y me divierto verlo comer con tanto gozo, me produce alegría por él, ya que, sí él está feliz (sólo lo está cuando come) yo también estaré feliz, más de lo que me la paso siempre, pues se me caracteriza por ser un chico risueño. Oh, y los huesos los rompe, los tritura con vehemencia, con enorme poder en sus fauces. Son sonidos un poco bruscos pero ya me acostumbré, ya me parecen como alguna canción de Nach; o sea, deleitante música. Bien, una vez que ha terminado su festín, él mismo son sus fauces toma los huesos que fue dejando en el suelo y los lanza en un vasto hoyo que tenemos detrás de la cárcel, un hoyo de una anchura kilométrica y una profundidad perturbadora. Creo que si alguna vez el propio Cerbero cayera en él, le sería muy difícil de salir. Una vez limpiado su zona de comida, prefiere reposar fuera o dentro de la cárcel, sumergiéndose en un dulce letargo. A mi me relaja verlo dormir, me relaja tenerlo cerca. Si alguien intentase entrar aquí seguramente Cerbero intentaría a ultranza despellejarlo, lo bueno es que sólo basta con que yo haga la seña con mi mano derecha, una seña que consiste en tener los dedos índices y del medio juntos apuntando hacia abajo y los otros tres cerrados en la palma, sólo basta esa seña para que se acueste en el suelo, no calmado, seguirá estando muy molesto y con ganas de comerlo pero al menos se acostará, sólo viéndolo fijamente. He pensado que el hecho por el que no me ha matado es, más que porque casi somos uno, más que porque nos llevamos bien, más que cualquier otra razón, creo que es porque le caen bien los humanos pensadores.


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