sábado, 29 de abril de 2017

Los Ojos De.



Me dá un mal augurio
Cuando los pétalos tocan el suelo
Y tu rostro desea acariciar el cielo
Con vidrios nublados en lugar de ojos.

Qué desamparo tan inoportuno
Se ha llevado, con su llegada, a la
Última hoja otoñal de unas alas.
Alas no mías –ojalá tuviera-; sino
De las más puras de mis creencias:
Todo a lo que me aferro… en lo que creo…
Amigos, amigas, ocio, disfrutes, familia;
Los tan afamados placeres de la vida…
¡A todo lo que siento que enardece a mi alma,
A todo lo que propicia furor a mi vida!

Pero esas palomas blancas han volado,
Esas palomas blancas me han dejado ya.
Tales ojos encapotados me observan
Tan pobres, tan dóciles… y tan callados.

Y verlos a ellos me enloquecen como me atraen.

Estoy de pie junto a ellos,
Lívido y petrificado;
Y el misterio me recorre,
La incertidumbre me come.
Pero mi amor por ellos no ha volado;
No, no se ha eclipsado;
Alto como atalaya.
Entre esta brega lucho
Y la certeza de sus
Marchar me tiene mudo.
Pero me dicen que es mejor vivir
Y reír; no importa lid.
Ni cuando la montaña
Se esconda bajo tierra,
Ni que la borrega luna
Abandone a las estrellas.

Gotas de Lucidez Aparente.



Nótese que las risas no desaparecen nunca; sólo escapan. Nótese que el riachuelo no se seca… es sólo que… buscó otro camino ya que cansado estaba el pobre de recorrer siempre el mismo. Debes entender que cada frase u oración es dueña de su propia existencia y aislada totalmente de las demás; por ello, a partir de cada punto estás ante reinas distintas.
Pero, de nuevo, es la añoranza quien me entorpece la razón, o es sólo que su poder es tal que el mío desapareció. De igual forma, afuera o no de mis ratos de tristeza, sé que no genero orgullo a nadie de mi linaje ni amigos; ni a mí mismo. Desearía poder encontrar en algún lugar aunque sea un trocito de aquel diamante que son las ganas. Más puedo admitirte que sé lo ridículo y enclenque que me veo al no saber nada ni servir para nada y aún así anhelar formar una pareja con alguna tierna dama.
Sí, lo sé…
¡Pero no desespere nadie! ¡Pues aún retengo en la libertad de mi mente, grandes, enormes y cientos retazos de sensatez! Así que, uniendo los necesarios cuales palabras, puedo expresarte que no soy “hombre” merecedor de ninguna doncella. Con toda lucidez te reafirmo lo dicho.
Volviendo a la pesada lágrima que nació en mis ojos, y al ensordecedor revuelo de la verdad y al ocaso que danzó hasta la entrada de la solitaria noche; deben saber pues, tener la plena seguridad, tanto como la tengo yo, que, la felicidad tiene sus cinco minutos de fama periódicamente y en el resto del tiempo se vive en un raído pañuelo.

lunes, 12 de septiembre de 2016

No sé qué merezco.

Como en una noche todo se termina,
permíteme obedecer al claro;
que me susurra meserme en su agua
y alejarme de ti, porque
creo que eso es lo que quieres.  

¿Qué puedo hacer ahora
si ya no estoy contigo?
Si tu mirada me devora
y tus piernas me encantan.

Perezco en mi colcha
siempre que te recuerdo.
Siempre que deambulas muda
en mi mente, en cada noche
marcada como el maldito sol en el día pero
por el arrollador frío y mi llorar.

Soy el típico chico enclenque
que llora por mujeres.
Que se ahoga en el más ínfimo problema
y se arropa en melancolía
cuando la felicidad no se alegra,
ni aparece ni regresa.

No sé por qué me fui
si anhelaba esperarte para hablar contigo
pero es que me torturas sin saberlo,
que yo por ti me enredo; y no sé
si me quieres o sólo soy para ti un juego.

Te aprecio, pero, a veces haces, sin quererlo,
que yo me entristezca y no quiera saber
más de ti, ni de tus sueños ni de tu reflejo.

No tienes la culpa;
soy yo, que no sé qué merezco.

Eres una doncella en intelecto.
No cambies, te lo ruego.
Aunque pueda que yo me vaya
sé que tú seguirás siendo en todo momento
el más fuerte destello.

sábado, 2 de julio de 2016

Espero solo y sólo espero.

Hoy en una mesa espero.
Más, nada llega
pero yo aún espero
con una taza de café en mi diestra
como quien espera el correo.

Espero.

Espero a eso que te han dicho que llega
pero nunca te han dicho
que se desvanece en la espera.

Espero solo y sólo espero. 

domingo, 24 de abril de 2016

De, con, y la soledad.

Vivo cautivo entre la sombra.
Sombra de la soledad.
Una soledad devastadora.
Que corrompe mi alma
para mal. Y para bien.

He nacido dentro de un nido.
Y alrededor de éste habitaban
tornados de distintos colores.

La sombra de la flora de la gentil
soledad abrumadora
no tiene perímetro.
No tiene cauce.
No tiene un epílogo... ni un prólogo.
No tiene límite.
No tiene más que
oscuridad que dialoga, duerme y medita.
No tiene más que
un silencio soporífero
que alborea y anochece.
Que calma, tranquiliza y abraza.

Es amiga. En nana. Es consejera.
Es amante. Es puta. Es amable.
Es luz. Es nubes grises. Es noche.
Es la soledad, ese abrazo que
en un momento frustrado necesitas.
Y viene. Te embriaga. Te arropa con su piel.

Y luego se evapora. Se esfuma
sin que te des cuenta,
porque ella perfectamente sabe
que mucho de sí es una condena.
Una costumbre. Una tortura.
Que te carcome cuando se planta.

Ella, la soledad, palpita.
A veces te consuela
y siempre respira.
A veces se va
pero nunca, nunca
abandona.

Con ella, podrás estar febril, angustiado
o contento, animado;
pero nunca, nunca solo. 

miércoles, 23 de marzo de 2016

En la sala.



Debajo de mis ojos,
Debajo de cada uno
descansa un charco completamente oscurecido.
Cuyas pupilas lúgubres
se encuentran clavadas en el suelo;
atravesándolo cuales cuchillos
a un pedazo de carne.

Mi aura es pesada cual montaña.
El aire me es frío,
pero quien está sentado al frente
jadea y suda como un cerdo.
Parece que se asfixia.
Parece que penosamente
perenne perecerá podridamente.
Y una de sus manos cayó,
y sus ojos y mirada también,
llena de un perplejo vacío.
Y todo él cayó al suelo.
Una cucaracha entra
rápidamente por su boca.
Y nunca más volvió a salir.

Debajo de mis ojos,
Debajo de cada uno
descansa un charco completamente oscurecido.
Cuyas pupilas lúgubres
se encuentran clavadas en el suelo.
Sin inmutarme.

Del suelo emergen
largos, gruesos y amorfos dedos
cuyo color es morado
al igual que el resplandor que destilan.
Dedos deformados como los de un anciano
y que terminan en largas uñas horrendas
de un amarillo viejo y febril
como el que se apodera del papel.

El cuerpo, como un gran trozo de mierda,
es lentamente rodeado por ellos.
Y consigo van llevándoselo al subsuelo.
El piso se cierra formando grandes grietas
hasta que al final, no queda ni el más mínimo rastro.

Sin inmutarme,
Debajo de mis ojos,
descansa un charco completamente oscurecido.
Cuyas pupilas lúgubres
se encuentran clavadas en el suelo.

Con gesto serio e impasible
enderezo mi cabeza.
Cerca, se escuchan los gruñidos de advertencia de un perro.
Con el dorso de mis manos tapo mis ojos.
Pasan dos segundos.
Las retiro con calma.
En lugar de infelices ojos,
ahora yace un agujero negro, oscuro, sin fondo y espectral
debajo de mis cejas.