domingo, 24 de abril de 2016

De, con, y la soledad.

Vivo cautivo entre la sombra.
Sombra de la soledad.
Una soledad devastadora.
Que corrompe mi alma
para mal. Y para bien.

He nacido dentro de un nido.
Y alrededor de éste habitaban
tornados de distintos colores.

La sombra de la flora de la gentil
soledad abrumadora
no tiene perímetro.
No tiene cauce.
No tiene un epílogo... ni un prólogo.
No tiene límite.
No tiene más que
oscuridad que dialoga, duerme y medita.
No tiene más que
un silencio soporífero
que alborea y anochece.
Que calma, tranquiliza y abraza.

Es amiga. En nana. Es consejera.
Es amante. Es puta. Es amable.
Es luz. Es nubes grises. Es noche.
Es la soledad, ese abrazo que
en un momento frustrado necesitas.
Y viene. Te embriaga. Te arropa con su piel.

Y luego se evapora. Se esfuma
sin que te des cuenta,
porque ella perfectamente sabe
que mucho de sí es una condena.
Una costumbre. Una tortura.
Que te carcome cuando se planta.

Ella, la soledad, palpita.
A veces te consuela
y siempre respira.
A veces se va
pero nunca, nunca
abandona.

Con ella, podrás estar febril, angustiado
o contento, animado;
pero nunca, nunca solo.