¿Saben
qué? Soy el niño que ve la mayoría de sus días, grises. Que prefiere buscar un
rincón oscuro y frío a tener que salir a las caricias del sol. Soy del tipo de
personas que de vez en cuando consigue felicidad en su soledad, aunque en ese silencio
desea tener a alguien que ama a su lado.
Soy un niño, y quiero seguirlo siendo
hasta que Tánatos me venga a llevar de paseo sin regreso. No me gusta estar rodeado de personas. No me
gusta el griterío que hacen. No me gusta sentirme observado, es por eso que me
gusta estar solo. No me agrada mi entorno. No me agradan los problemas ni
agobios que me rodean.
No
tengo metas. O por lo menos, dichas “metas” no las veo como tales. Estudiar una
carrera para mí no es una meta que alcanzar; eso me es estúpido y sólo una
manera de darte auto motivación banal. Para mí es una aventura nueva. Solo eso.
No tiene por qué ser algo más que eso.
Formar una familia, tener una casa, un carro. No me son metas, son sólo
sueños que pueden verse atrapados en manos de algunas pesadillas. Metas… Metas…
Culminar el bachillerato no me pareció ninguna meta, sólo fue un peldaño subido
en una escalera que muy, muy arriba, al final, tiene un letrero que reza “La
despedida”. Metas es algo trivial ¿Sabes por qué opino así? No lo sabes, yo te
lo diré: Opino así porque soy un tonto niño que gusta jugar con su tristeza. No
soy negativo, soy realista. Mira, tal vez ni siquiera soy realista porque
percibo el mundo con mis emociones y sentimientos, así que soy subjetivo. Por
eso no debes enfrascarte en cambiarme o en molestarte conmigo por ser, no
negativo, sino subjetivo. Que a mí la muerte me llame la atención y que mi
mente gire en torno a ella muchas veces, no quiere decir que soy negativo; ¡No!
Quiere decir que soy subjetivo, pues, subjetiva es la mente. Y aunque no lo
parezca, así como soy “negativo” también me gusta muchísimo ver el lado bueno a
todo lo que me ocurre u ocurre a mi alrededor. Me rijo bajo este proverbio: “Soy
el que siempre vio que algo ganó cuando perdió.” –Nach. Soy así, todo depende
de cómo me sienta en ese día; si estoy triste o si estoy alegre. Todo depende
de todo. No tengo metas. Ni tengo un
futuro hecho; debo construirlo, pero no con piezas de “metas”.
Soy
un niño, ya lo dije, quiero ser un niño. No quiero vivir en el lado feo del
mundo por eso me desconecto siempre, siempre que puedo. Por eso escribo, por
eso leo, por eso juego videojuegos, por eso escucho música, por eso veo animes
o series de tv, por eso mayormente recorro las calles de mi mente. Porque mi
mente es triste, llena de luces y sombras, y la intento mejorar; es más real
eso que intentar mejorar el mundo. Más
que mejorarla, quiero expandirla a rincones inimaginables. Agrandar mis
oscuridades y mis luces. Vivir en mi propio universo. Si quieres entrar a donde
siempre corro, puedes hacerlo, eres libre, pero si intentas dañar mis dominios,
debes saber que en la entrada hay un severo perro que no perdona y no busca
motivos para descuartizar inmundos e inferiores humanos. Esos somos. Sólo humanos. Pero en nuestros
universos podemos ser más que eso.
El
hecho por el que la mayor parte de mi tiempo estoy en mi “estado depresivo” es
porque yo no espero que lo bueno ocurra. No lo espero. Eso lo aprendí en mi
infancia con mi padre. Si ocurre, bueno, qué chévere, y si no, no ha pasado
nada; no me voy a decepcionar y seguiré como antes cuando no había pasado nada.
O sea, no tengo mucha fe ni muchas esperanzas. Pero claro, están presentes los
granitos de arena de ellos dos.
Sólo
quise decir eso y dejarlo claro: Soy “depresivo” la mayor parte de mi tiempo,
triste y melancólico. Es más, mi temperamento de los cuatro básicos es
Melancólico. Soy así, pero también veo el lado positivo a las situaciones que
vivo a diario. No te molestes porque yo sea así, ni intentes cambiarme o
intentar creer saber lo que pienso; porque eso sería lo más ridículo y estúpido
que harías en tu vida. Eso es todo. He aquí un poco de cómo soy.
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