jueves, 5 de noviembre de 2015

Un poco de cómo soy.



¿Saben qué? Soy el niño que ve la mayoría de sus días, grises. Que prefiere buscar un rincón oscuro y frío a tener que salir a las caricias del sol. Soy del tipo de personas que de vez en cuando consigue felicidad en su soledad, aunque en ese silencio desea tener a alguien que ama a  su lado. Soy un  niño, y quiero seguirlo siendo hasta que Tánatos me venga a llevar de paseo sin regreso.  No me gusta estar rodeado de personas. No me gusta el griterío que hacen. No me gusta sentirme observado, es por eso que me gusta estar solo. No me agrada mi entorno. No me agradan los problemas ni agobios que me rodean.

No tengo metas. O por lo menos, dichas “metas” no las veo como tales. Estudiar una carrera para mí no es una meta que alcanzar; eso me es estúpido y sólo una manera de darte auto motivación banal. Para mí es una aventura nueva. Solo eso. No tiene por qué ser algo más que eso.  Formar una familia, tener una casa, un carro. No me son metas, son sólo sueños que pueden verse atrapados en manos de algunas pesadillas. Metas… Metas… Culminar el bachillerato no me pareció ninguna meta, sólo fue un peldaño subido en una escalera que muy, muy arriba, al final, tiene un letrero que reza “La despedida”. Metas es algo trivial ¿Sabes por qué opino así? No lo sabes, yo te lo diré: Opino así porque soy un tonto niño que gusta jugar con su tristeza. No soy negativo, soy realista. Mira, tal vez ni siquiera soy realista porque percibo el mundo con mis emociones y sentimientos, así que soy subjetivo. Por eso no debes enfrascarte en cambiarme o en molestarte conmigo por ser, no negativo, sino subjetivo. Que a mí la muerte me llame la atención y que mi mente gire en torno a ella muchas veces, no quiere decir que soy negativo; ¡No! Quiere decir que soy subjetivo, pues, subjetiva es la mente. Y aunque no lo parezca, así como soy “negativo” también me gusta muchísimo ver el lado bueno a todo lo que me ocurre u ocurre a mi alrededor. Me rijo bajo este proverbio: “Soy el que siempre vio que algo ganó cuando perdió.” –Nach. Soy así, todo depende de cómo me sienta en ese día; si estoy triste o si estoy alegre. Todo depende de todo.  No tengo metas. Ni tengo un futuro hecho; debo construirlo, pero no con piezas de “metas”. 

Soy un niño, ya lo dije, quiero ser un niño. No quiero vivir en el lado feo del mundo por eso me desconecto siempre, siempre que puedo. Por eso escribo, por eso leo, por eso juego videojuegos, por eso escucho música, por eso veo animes o series de tv, por eso mayormente recorro las calles de mi mente. Porque mi mente es triste, llena de luces y sombras, y la intento mejorar; es más real eso que intentar mejorar el mundo.  Más que mejorarla, quiero expandirla a rincones inimaginables. Agrandar mis oscuridades y mis luces. Vivir en mi propio universo. Si quieres entrar a donde siempre corro, puedes hacerlo, eres libre, pero si intentas dañar mis dominios, debes saber que en la entrada hay un severo perro que no perdona y no busca motivos para descuartizar inmundos e inferiores humanos.  Esos somos. Sólo humanos. Pero en nuestros universos podemos ser más que eso.

El hecho por el que la mayor parte de mi tiempo estoy en mi “estado depresivo” es porque yo no espero que lo bueno ocurra. No lo espero. Eso lo aprendí en mi infancia con mi padre. Si ocurre, bueno, qué chévere, y si no, no ha pasado nada; no me voy a decepcionar y seguiré como antes cuando no había pasado nada. O sea, no tengo mucha fe ni muchas esperanzas. Pero claro, están presentes los granitos de arena de ellos dos.

Sólo quise decir eso y dejarlo claro: Soy “depresivo” la mayor parte de mi tiempo, triste y melancólico. Es más, mi temperamento de los cuatro básicos es Melancólico. Soy así, pero también veo el lado positivo a las situaciones que vivo a diario. No te molestes porque yo sea así, ni intentes cambiarme o intentar creer saber lo que pienso; porque eso sería lo más ridículo y estúpido que harías en tu vida. Eso es todo. He aquí un poco de cómo soy.

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