lunes, 14 de septiembre de 2015

Día de Excursión. (La Cárcel)



Hoy es un día cualquiera, hay un clima de Ira y Cerbero salió desde hace un rato, veinte minutos, puede ser. Lo cierto es, que es un día aburridamente abrumador sin nada que hacer. El Perro debe de estar cazando humanos fastidiosos, o comiendo  algunos ajís, o simplemente merodeando buscando en dónde cagarse, orinarse y vomitarse. Es un perro rabioso pero tiene su lado divertido, por lo menos, para mí eso es muy gracioso, tanto como ver a otras personas dándose sus coñazos por intentar hacer algo estúpido, ¡Vaya que sí!

            Mientras que yo estoy aquí, sin nada que hacer, carcomiéndome en el tedio. Han pasado  dos horas y no encuentro diversión… Ahora me acaba de llegar una idea súbitamente, algo que no he hecho desde que llegué, algo que me acaba de producir repelús pero que siento muchas ganas de hacer: Explorar el recinto. 

            Bien, lo haré porque es lo único que pienso ahora que es entretenido. Sólo necesito una linterna cargada, nada más, y eso es algo que está a la mano. Entonces, ¿Por qué no? ¡Adelante! Como la primera tarea para la excursión es tener la linterna; debo buscarla. Creo que  una pequeña la tengo en mi habitación, que es una celda cerca de la entrada principal. Me dirijo ahí, me acerco a mi mesa de noche, la abro y tomo el aparato, me aseguro que encienda y alumbre una distancia aceptable. Visto botas blancas, bermuda casual negra con rayas azul rey formando cuadros, y una franela blanca con una frase en el pecho escrita en rojo. < ¿Qué le voy a hacer? Tengo clase para vestirme> frase que en varias ocasiones uso como buena entrada para romper el hielo pues me causa gracia. Aunque a mi parecer  nunca visto mal, no es algo que diga en serio. <En aquellos tiempos cuando… Aún los recuerdo…>.Una vez preparado y aún con las ganas de explorar, me decido a comenzar. Primero iré por todo lo que pueda cubrir del primer piso. No iré con una ruta específica; la idea es dejarme ir a donde el lugar me llame. Así que inicio a andar. Voy avanzando a un paso calmado, la Cárcel está fresca, diría que un poco gélida; entra viento por unas largas ventanas con rejas, largas a lo horizontal por toda la pared de los lados. Las observo como maravillado al tiempo que las acaricio con la luz a donde mis ojos se posan. Están  en la parte superior del piso a una altura de aproximadamente ocho metros o más, separadas del techo a un metro de distancia y con las rejas oxidadas. Cada planta del lugar tiene estas ventanas a la misma altura y tamaño. O al menos, así se ve desde afuera. Y, como es de costumbre, está muy sosegado por aquí.  Avanzo y voy echando vistazos a las celdas apuntando con mi linterna por sus puertas. Adentro, en algunas, hay cráneos, sangre seca esparcida, muchas moscas revoloteando. No me extrañaría que sea que Cerbero viene por aquí a esconder su comida y a buscarla después cuando el hambre por un bocadillo le recuerde que aquí la tiene. La idea es divertida. Quién sabe, tal vez y puede que lleguemos a jugar “Huesos y Misterios” que es así: Él tomaría uno o varios huesos y elegiría de toda la Cárcel, o solo un determinado piso para que el juego no se vuelva cansado sin apenas haber empezado, dónde esconderlos y yo encontrarlos. Él elegiría cualquier sitio, pero, los generales serían en lugares donde estén escritos sus más fuertes pensamientos. La idea no es mala, la verdad. Es mejor hacer algo de vez en cuando que nada. Tal vez y le agrade, o por lo menos que le dé igual jugar conmigo. Cuando él regrese se lo diré a ver qué opina. Bien, olvidaba qué estaba haciendo, pero ya lo recordé, exploraba. 

Sigo mirando las celdas y en otras, no hay nada, sólo las camas y el retrete. La atmósfera se torna muy pesada por tantas cosas horribles, y la podredumbre apenas tolerable. Hay celdas que parecen que sirvieron como cuartos de tortura porque en las paredes, casi llegando a sus techos, hay cadenas que terminan en grilletes. En algunas de ellas todavía queda el cadáver colgando; los huesos con un poco de carne adherida, y en otras sólo las huesudas y comidas por los gusanos, manos sujetas a los grilletes. Continúo sin detenerme, aún puedo con esto, además que apenas voy iniciando. Este lugar es muy grande y con muchos pasillos y puertas; es como un laberinto que cambia cada vez que das la espalda. Celdas como habitaciones. Perderse aquí por lo visto es muy fácil y espero no terminar extraviado y mucho menos como esos cadáveres que ahora visten de muerte. Lo único que se escucha es el silbido del viento pasando a través de las ventanas. Sonido que resulta lúgubre y perturbador en medio de esta oscuridad y soledad como acompañantes. Brisa que, puedo sentir cómo  me va acariciando y besando la espalda; la nuca es lo peor, pues, da cosquilla y me evapora el sudor por el miedo, dejándome la nuca muy fría como si del tacto de un espectro se tratase. 

Sigo por entre las celdas, cruzo hacia la derecha, camino, cada vez entrando más a una oscuridad que se hace más densa, aunque mi linterna no parece acobardarse, yo sí estoy sudando, por más frío que hace. Ya en este pasillo al que acabo de llegar, no hay celdas ni rejas; sólo pared. En las paredes hay cosas escritas, en realidad, en todas las paredes o superficies planas donde la vista alcanza, pero en la de este pasillo son escritos hechos con una caligrafía  de un niño de 10 años y trazados con una mezcla, que al parecer, es de bilis con sangre. Otras con vómito, con semen, fluido vaginal… ¡O todas juntas! 

Detengo la luz en algunas para leerlas y puedo ver que son frases de odio, pensamientos de rabia, ira, depresivos. Frases que parecen salidas de la mente de un suicida y de alguien con un resentimiento tan profundo como el océano a todo lo que le rodea. Le pego la luz a una de esas frases para leerla:

¡SERES DESPRECIABLES!, SI ESTUVIERAN AQUÍ LES ARRANCARÍA LA CABEZA CON MIS FAUCES Y ME CAGARÍA EN SUS BOCAS Y CUERPOS LLENOS DE MI ORINE.

            Me detengo un momento en donde estoy parado, asimilando la cosa, ya me hago una vaga idea de cuántos más escritos deben estar plasmados en muchísimas más paredes, cuántos más escritos cargados de aversión estarán escritos en este gran palacio objeto de depresión. Miles más son los que deben estar por ahí, por allá, apareciendo para quedarse en la eternidad. Sé que esto es lo que Cerbero siente, sin embargo, mi reacción ante esas palabras es indiferente; él es esa parte de mí que odia todo y yo soy su antónimo. Somos el complemento del otro. Lo que no aguanto  es el olor repugnante que hay debido a los escritos de las paredes. Un olor fuerte, asqueroso a más no poder. La vista se nubla a causa de tan fétido olor. Me tapo la boca ¡Y a la vez la nariz  evitando así dar arcadas! 

            Avanzo hacia adelante, cruzando ahora hacia la izquierda, es como si ahora ya hubiera estado de nuevo en dirección norte, aún con ganas de vomitar. La linterna aún tiene fuerza, sin embargo, por tal olor u olores aquí concentrados yo me estoy derrumbando como un cúmulo de arena.  Camino cayéndome en las paredes de un lado para otro, apretándome el cuello posterior de la franela contra mi nariz y boca en un intento de que los olores, no de rosas ni perfumes respectivamente, no sean percibidos por mi olfato. Doy dos forzados pasos con la linterna apuntando a varios puntos sin detenerse por mi desequilibrio; la luz que emite, flota de derecha a izquierda, arriba a abajo… y es ahí cuando noto, con mis ojos desorbitados,  intentando salir de sus cuencas y escapar del pánico,noto con miedo y mucho asombro, que en el piso, de cerámicas de diecinueve centímetros cuadrados y de un color crema viejo y pálido aunque todo recubierto por un poco de suciedad y pegostes <posiblemente sea sangre seca> pienso; junto a la pared, yacía difunta de una manera atroz, una extraña criatura deforme del tamaño de un gato.

            La cosa allí fallecida es horriblemente deprimente: Está tendido sobre su propio charco de sangre, roja como un rubí a la luz incandescente. La criatura deja ya ver mucha más osamenta que piel y por todo el deforme cuerpo cientos de gusanos se desplazan; ondulan, salen y entran a lo que ahora es su festín victoriano. La cabeza sólo es ahora un cráneo gris, con más de esos gusanos gordos, amarillos y blancos, asomándose por las cuencas o eso parece. El bicho no es más que un enorme bocado para esas pequeñas y grotescas criaturas carnívoras. Sólo un bulto en cual se aprecian huesos, tejidos, músculos… todo ello carcomido bestialmente, y como la guinda en el pastel para tan desagradable y hórrida escena, no es menos de esperarse, la repugnancia tan devastadora, tan fétida, es brutalmente inimaginable. Lo que en verdad me acelera las palpitaciones del corazón es que esa deformidad siendo devorada aún está respirando: Se agranda un par de centímetros y se vuelve a achicar, lo hace aceleradamente. 

            Al verla, velozmente doy cuatro pasos hacia atrás, paso la linterna a mi mano izquierda, con ella me apoyo en la pared, doblo un poco las rodillas, echo mi torso hacia adelante automáticamente plantando mi mirada al piso y, sin contenerme ni un respiro más, termino vomitado chorros y mares del mejunje ácido que reposa en el estómago mientras que mi mano derecha me aprieta el abdomen como un reflejo de intentar no vomitarlo a él también. El vómito salpicó en mis botas blancas. Ahora no sólo está levitando en el aire la ranciedad del extraño “animal”; sino también el del vómito esparcido en el suelo.Con el dorso de la mano derecha me limpio la boca. Me doblo un poco y alumbro a mis pies y veo cómo las botas llevaron la peor parte, llegando unas cuantas gotas a mis piernas. No es algo de lo que reírse en este momento pero de seguro en el futuro si llego a contárselo a alguien, será muy gracioso.

            Me enderezo. Me detengo donde estoy parado. Pierdo la mirada en la solemne y fría oscuridad haciendo una pausa del tiempo como si estuviese sumido en un trance…Y reflexiono… La apariencia de ese engendro me deja reflexionando. Reflexionando sobre la vida… Sobre la muerte…: <La vida no es más que el cumplido, el gesto de amistad que te lanza la muerte para intentar que pienses que ella, al final, no es tan cruel como parece. La muerte, la muerte sí es cruel con algunos, y justa con otros. La muerte no perdona ni muestra clemencia; no muestra piedad hacia los bebés, ¿Por qué la tendría contigo o con un ser abominable? A todos nos pasa buscando en algún momento. Ella te quita la vida como si te quitase un caramelo. Sólo la toma y ya. A veces con elegancia; otras, con verdadera furia; otras, con gracia… Es ella impredecible e insobornable. Pero, lo peor de ella, o, lo peor de la vida, lo último que te deja la vida en verdad es… esa asquerosa apariencia y olor. Para mí, ver a eso en ese estado de descomposición es algo trágico, pues, los humanos también terminan en ese modo aunque no respirando como esta atrocidad. Todos los seres que alguna vez tuvieron vida terminan en ese estado. El solo un roce de su dedo con tu piel, el solo un toque de su blanco dedo con tu piel, el solo un ligero tacto de su dedo con tu piel, es más que suficiente para segar tu vida; para llenarte de podredumbre, de insectos reptando por todo tu ser, de escoria, de descomposición, de putrefacción… Para llenarte de muerte. La vida es larga si la vives en el presente, pero se ve efímera cuando la ves desde el futuro mirando hacia el pasado. Es por eso que existe la ilusión de que la vida es rápida; porque ven la vida desde el futuro o presente mirando y recordando el pasado. Es por ello que escuchas que dicen que la vida es un segundo. Y la muerte, bueno, la muerte es lo único seguro en la vida que ocurrirá. Escapar de ella es inevitable, pero, ¿la muerte tiene salida? Es una pregunta que pondría a todo el inmundo mundo de cabeza. Es una pregunta por la que perderías la sensatez si le das muchas vueltas. Sin duda. >.

            Después de haberme quedado como hipnotizado con mi mirada perdida en la abstracta oscuridad, regreso en sí. Como si una súbita voz en mi interior me hubiese dicho “Vamos, hombre, regresa al juego”. Veo a todas direcciones, ahora alarmado porque no recuerdo en dónde estoy. Intento prender de nuevo la linterna, pues, segundos antes de ingresar a ese estado de hipnosis la había apagado. Consigo prenderla y mi campo de visión se ha esclarecido unos metros. Ya no poseo ganas de seguir con esto. La evacuación de mis entrañas me ha dejado sin ánimos de continuar; eso, y teniendo en cuenta que la linterna ya no alumbra como al inicio. Si continúo así y llega a descargarse ya no me servirá de nada, la necesitaría para regresar de nuevo. Así que no pienso correr ese riesgo y terminar extraviado y al final quedar como las osamentas mugrientas y desagradables de las celdas. 

Me regreso tambaleándome por donde vine (o como creo que es por donde vine) y escucho que algo suena, se oye como si quisiera articular alguna palabra pero sólo escucho un “KKKAAAAFF”, seguido de un “KKKOOOOC”, esos sonidos provienen de la horrenda atrocidad. Los pelos del cuerpo se me erizan. Empiezo a correr un poco, pálido estoy, llego a la luz y comienzo a caminar tranquilo, puedo ver ya la enorme puerta principal, me dirijo a mi celda/cuarto, guardo la descargada linterna donde la conseguí hace ya como unas cinco horas. Voy a la puerta principal, me llevo mis manos a los bolsillos y contemplo la hermosa vista. Es un día de Ira, el agradable viento me pega en la cara con una sensación de confort, y, veo al enorme can regresar con sus patas delanteras llenas de sangre y en sus fauces unas cuantas personas aún con vida gritando y gimiendo por la enorme presión y dolor que causan los afilados colmillos enterrados en sus cuerpos. Los lanza al suelo y se sienta al frente de mí y los cuerpos miserables de por medio. En su cabeza del medio veo que pasa varias veces su lengua por su hocico. 

Coño, Cerbero, te dije que a mí me gustan cuando los traes descuartizados – Le digo yo con una pequeña tristeza y aceptación sobándome la nuca con la mano derecha - Ya sabes que me ahorras el trabajo de hacerlo yo. Bueno, no te preocupes, se ven apetecibles.

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