miércoles, 17 de junio de 2015

Todo es aburrido.

Ojos apagados que no aceptan la felicidad entre sus brazos. Es un sentimiento malévolo, tan frío como un invierno. Él me arranca la armonía que vivía en mi vida. No queda nada, creo que hasta el odio me ha abandonado. No respeto nada, ni a mi propio cuerpo. A diario mi propia mente me confunde, me perturba, me hace encontrar el norte de una forma absurda. Cómoda la cama en un frío y en la penumbra o en la oscuridad absoluta. Como suda la aburrida mujer que sólo engorda, así sudo la melancolía y tristeza que me arropa. ¿Qué es el amor? me lo pregunto a diario, ya lo he pensado y no es más que un regalo de trago amargo, un arma de doble filo con que todos nos suicidamos. Algo así dijo un tal Tyrone. De nuevo, ojos apagados, que no consienten los abrazos. En este estado todo equivale a nada, nada importa, ni las amistades ganadas. Me aburro con todo o todo me aburre, no lo sé, tal vez ambas ocurren al mismo tiempo. Es un sentimiento recio, es como un dulce sueño, es simplemente indiferencia cuando no estoy molesto. Estoy aburrido.

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