jueves, 18 de junio de 2015

Divago.

Que la venda de la pena crezca y se arrepienta de tanta ingentileza con que amoldea tantas mentes ineptas. Tanta mierda rodea mi puerta, tanta impertinencia reina como cada estrella. Mucha intolerancia relampagea con crudeza. Empieza la carrera, la meta cada vez más se aleja. Con torpeza habla el que en su mente nunca merodea. Se arriesga el que vive con clemencia. Se arruga como oruga el que de vacío se llena. A la deriva el futuro se contempla. Mi sombra acompaña en mi soledad. Las auroras roban la belleza, una belleza cegadora. Me ahogas en tus ropas de encantadora aurora, sollozas histérica cuando me mojas con tu flora. La moda toma a las personas como frascos para ocultarse como en una choza. Ahora la hora de tomar no excede pero sí la hora de jugar entre las sábanas de esta cama de nieve. La boca afloja las palabras que en mi mente explotan si no salen por la ventana. Y la cartera apenas está llena. Las dudas en cada mañana me arrebatan las ganas de levantar mi cara. No me cansa divagar sin parar; nada concreto en que pensar, charlas directas con la almohada no callan por más que ya no pueda aguantar. Además, la raza humana jamás dejará de emanar gestas de caricias y de bestialidad; ambas caracterizan nuestra personalidad.

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