miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Qué sé yo?.

    Una rigidez en mis sentimientos que cuando estoy en público es tan verosímil. Es que me cansa hablar, opto por callar y escuchar a los demás. No sé, soy así; no me gusta estar en medio de tertulias estruendosas (porque me exasperan) de gente con las que no tengo confianza, osea, de gente con quien no intercambio palabras, me apena hablar porque, igual sé que no me paran bola y se hacen los sordos cuando mi voz flota en la atmósfera. Además, los temas de conversación no me llaman, pero esa chica del salón de clases que no le importa o le gusta pasar camuflada, si lo hace. Su sencillez y simplicidad me excita, también su forma de ser: callada y tímida, sólo habla cuando siente que necesita, o, cuando está con sus amigas. Así como eres, eres más que linda, y se me es imposible describir tu dulzura. Y por favor, no cambies nunca, sigue siendo tú, que así, eres pura.
    Diablos, hablar se me hace difícil, se me es una total faena todos los días en la escuela. 
Y no entiendo algo: En mi casa, no es que me la pase como un perico, pero digo mis chistes, mis bromas -la mayoría  homosexuales a veces; de humor negro y cínico, en otras; y de sexualidad, cuando asoman-, las digo y me comporto como quiero, osea, soy suelto, sin temor a nada de lo que pienso y escupo (aunque hay sus excepciones, siempre hay que tener un límite cuando están presentes las tías) cuando sólo está la familia principal. Entonces, en la calle, soy así también, sólo que le bajo un poco, ya saben, no sabes de quién estás rodeado ni de sus reacciones o actos. Aquí todo es un bicheteo, jajajá. Sigo. Pero en el colegio... Mierda, soy hermético, pero últimamente, desde hace un tiempo para acá, me he liberado un poco de las cadenas de la timidez y del bozal del temor a lo que diré. Soy un poquito más yo, pues.
    Sé de sobra que debería importarme más cómo seca la ropa a qué piensan los demás de mí, pero, aún así, no consigo dejar de ser un "ciervo del silencio" y esa es una lucha conmigo mismo en la que me adentro todos los cansados, fragosos y rápidos días.
    Mira, yo propongo que hablemos de libros y de escritores; compartamos pensamientos sobre el amor y el odio, sobre la vida y la muerte, sobre la soledad y acompañamiento, sobre literatura y bueno, de televisión ¡como último tópico! para antes de que nos sonría el tedio. Porque, si me lo permites, déjame decirte que lo que me inunda en tedio son esas conversaciones banales; esas trivialidades que, claro que caen bien, a mi también me gusta reírme y que jode, pero... siempre lo mismo... verga.
    Me cuesta mucho exponer mis pensamientos verbalmente, por eso decidí abrir un cuaderno y depositarlos allí, para mí, como forma de contarle mis tonterías a alguien, y ese alguien es él: el cuaderno, a él sí le importa lo que le diga, además, no refuta, ni gira su vista. Luego decidí abrir un blog para todo aquel que quiera ver a través de mi cristal con papel oscurecido.

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