Me siento caído, depresivo... melancólico. Sé que pierdo mi tiempo siendo el chico que en público todo le da igual, que piensa de forma madura y critica lo superficial.
Lo normal es serlo; ser normal. Soy tranquilo y relajao, eso es habitual en mí. Tengo mi mente dividida en dos, y quién no; por un lado está Rubén: el afable, el tranquilo, el chico culto y tímido, el risueño, el cómico con humor negro o de sexualidad, dependiendo el momento. El lado amable, en otras palabras, el lado más común, mi lado blanco. Por el otro está Cerbero: el sarcástico, el arrecho, el malhumorado, el desobediente, el que odia a todo lo que respire y sienta afecto, al que le da náuseas ver a esnobs luciendo sus cortes de cabello. El que le importa una mierda la vida y sólo está feliz cuando está en soledad con la mirada perdida en el suelo. El sólo siente odio, odio por la existencia humana; ese es Cerbero: Mi lado oscuro, mi lado negro. Lo bueno es que Cerbero obedece a Rubén, pero hay veces que de verdad quiere salir y se me hace muy difícil poder atarlo, o si quiera, agarrarlo del collar.
En fin, hay momentos que todo parece que explotó. Que el hielo se derritió y formó un gran mar en mi interior, terminó por inundarlo todo, hasta mi uso de razón.
Qué triste saber que el amor se escapa si no lo mimas. Y si lo haces, igual puede irse, para poner a prueba tu consigna.
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