Seguido
de el anterior post "La Envidia", viene éste; es la segunda parte,
pues, ya no hablaré de dicho sentimento,sino de otro asunto, pero lo
escribí en la misma composición (del Gn 4) ya que era necesario (al
parecer de mi profesor) tocarlo, ya que, según él, es lo que en verdad
hay que prestar atención de ese capítulo. "¿Entonces el Gn 4 no habla de
la envidia?" Te preguntrás tú. Pues, see, en parte si habla y en parte
esto también. Asegura mi maestro. Bueno, a darle inicio de una vez.
Ahora
bien, toca hablar del otro polo del globo: La ofrenda que hicieron y
con qué intención. Sabemos que Caín la realizó por inercia. Por hacerla
sólo para no quedar mal ante Dios. Craso error; porque Dios sabe
perfectamente la intención con que haces las cosas. Dios piensa desde
antes de que pensemos. Y es que, si vas a dar algo es mejor que lo hagas
de corazón, porque de verdad así lo sientes, a que lo des de mala
voluntad, por inercia, por indiferencia. Además, el dar, para algunos,
sirve como forma de gratificación, como forma para sentirse mejor, o
como forma para regalar amor alrededor, y todo esto haciéndose pensando
en la felicidad y alegría que podría inundar al remitente.
Aunque,
existen, existen tres tipos de personas: 1) Las que dan para quedar
bien ante Dios, 2) Las que dan de corazón, y 3) Las que dan esperando
algo a cambio.
El
primer tipo de personas es el que observas en la iglesia los domingos, y
en la semana olvida los mandamientos, creyendo ilusamente que a Dios no
le importa mientras él mantenga los baratos rezos.
El
seguno tipo de personas es la minoría que existe en el mundo. La gente
de buena fe. La clase de gente que yo debería tratar de ser.
Y
el tercero es el tipo de persona que se caracteriza por ser SOÑADORA.
¿Que el dar el algo recíproco? ¿Algo mutuo? Ten esto en cuenta: Sí,
cuando lo haces con amor.
Pienso
que, si ese enigmático poder celestial que representa Dios, me dió la
vida, yo puedo devolverle el favor dándole lo mejor que pueda, hasta mi
existencia cuando él algún día así le apetesca.
En
eso último, admito que casi lo escribí para agradar al profesor,
porque, yo aún dudo de Dios. Y si tú no, respeto con gusto tu opinión.
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